miércoles, 23 de febrero de 2011

Gramardhi (Prólogo - Parte 1)

En un campo lleno de flores de papel se lleva a cabo una partida de póquer. El premio que se llevará el ganador es un corazón: un conjunto de músculos ensangrentados ennegrecidos que lucha por seguir latiendo en un cuerpo que ha decidido dejar de sentir, el cual se encuentra a un lado de la mesa de juego.


Cuatro jugadores duchos en el arte del juego tratan de llevarse la recompensa y se observan los unos a los otros intentando descifrar la mano que lleva cada uno de ellos para deducir si les conviene apostar fuerte o no.

Tras meditarlo largo rato, el jugador que ocupa el norte del tapete de juego apuesta todo lo que tiene en la mano, y con sonrisa triunfal mira con suficiencia al resto de sus oponentes. El jugador situado en el oeste sigue la jugada sin pensárselo dos veces porque piensa que la ocasión y la recompensa lo merecen. El jugador que está en el sur decide retirarse porque ve que la mano está perdida. Finalmente, el jugador posicionado en el este dobla la apuesta, y el del norte y el del oeste le siguen.

Después de las apuestas, los jugadores levantan sus cartas y comprueban quién es el ganador: el jugador del sur ha obtenido "doble pareja", el del norte "full" de ases, el del oeste "trío" y el del este "escalera de color".

El del norte no acepta el resultado y se abalanza sobre el premio dispuesto a llevárselo. El del este tira al del norte al suelo y se enzarzan en una pelea. El del sur decide abandonar la escena antes de que la sangre le salpique, y el del oeste se mantiene ajeno a la trifulca sin parar de observar el codiciado premio.

Mientras pelean, uno de los luchadores observa por el rabillo del ojo cómo el que permanecía impasible tiene en sus manos el premio por el que estaba combatiendo y detiene la lucha alegando que la razón de la trifulca está en manos ajenas.

El Dolor tiene agarrada una de las arterias del corazón y observa embelesado cómo poco a poco la sangre contenida va cayendo al suelo. La Destrucción, malherida, pregunta a la Soledad:

¿Dónde está el Amor?

La Soledad responde con desdén a la Destrucción:

Debe de haberse marchado. Es posible que se haya ido en busca de un premio que sea capaz de manipular y no vuelva jamás.

La Destrucción agarra del brazo al Dolor y le increpa:

—¿Qué haces poniendo tu zarpa en lo que me pertenece? 

El Dolor mira a la Destrucción y le responde: 

—Los pocos derechos que tenías al ganar la partida los has perdido en el momento en que has provocado esa pelea inútil. 

—No ha sido inútil. Esa de ahí ha querido pasarse de lista —dice la Destrucción señalando a la Soledad. 

—No me he pasado de lista. Estoy segura de que has amañado la partida. Llevas sonriendo desde que has repartido las cartas —responde ofendida la Soledad. 

El Dolor, harto de las discusiones, propone a los otros dos personajes un trato: partirán el corazón en tres partes equitativas, cada uno se llevará una para poder hacer durante un tiempo con ella lo que quiera y después se reunirán en el mismo lugar transcurrido un tiempo para juntarlas de nuevo y poner el corazón en su antiguo cuerpo. La Soledad y la Destrucción aceptan el trato y cada uno toma su camino. 

Tal y como acordaron, los tres jugadores de póquer se vuelven a reunir en el campo de flores de papel y unen las tres partes. El resultado es el mismo corazón ennegrecido, pero con un pequeño aunque importante cambio: ahora late rítmicamente listo para ocupar de nuevo el cuerpo que una vez fue suyo. 

Una vez colocado el corazón en su lugar, un espasmo recorre el cuerpo abandonado por la vida que por alguna extraña razón se ha conservado intacto en el lugar donde lo dejaron pese a estar muerto. Éste despierta de un largo sueño, el cielo se oscurece, las primeras gotas de lluvia caen y las flores de papel comienzan a descomponerse mientras que los tres jugadores de póquer contemplan su creación: el poder del Dolor, la Destrucción y la Soledad concentrados en el corazón de una sola persona. No podían estar más satisfechos de su creación. 

Mientras tanto, unos ojos aterrorizados contemplan agazapados entre las sombras la abominación que ha nacido. El Amor ha fallado en su cometido y sólo le queda una opción: huir.
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