Torturado por la soledad

Entre las viejas lápidas del cementerio

mi corazón discurre ebrio

esperando encontrar un lugar

sobre el que poder descansar.

El origen de su borrachera

era la visita de una vieja amiga

que con una amplia sonrisa

le dijo que estaba soltera.

De repente todo se oscureció

y mi corazón comprendió

que no tenía otra alternativa

que terminar atado a ella de por vida.

Mientras tanto, mi alma se maldecía

porque acababa de entender

que aquel rostro angelical que le llenaba de alegría

jamás la podría querer.

En la oscuridad de la noche

mi cuerpo permanecía tumbado.

Mi mano acariciaba el broche

que una vez yo a él le había robado.

Tirado en mi destrozado lecho

una rosa negra descansa sobre mi pecho,

es todo lo que me une a él

y a sus ojos de color miel.

En esta tumba de agonía

mi alma, mi corazón y mi cuerpo permanecen

ya que tu, amiga mía,

me has convertido en un espíritu de los que padecen.

Soledad, tu negro manto me impide amar y ser amado,

dime por qué he tenido que ser yo el elegido

para caminar sobre las turbias aguas del sufrimiento.

Yo, que nunca te miento

y siempre te digo

que solo amaré al ángel que camina a tu lado.

¿Es ése el motivo de tu venganza?

¿El origen del dolor causado por ti reside en el amor no correspondido?

Entonces no romperé por ti esta lanza

y me la clavaré sin dolor fingido.

Tortúrame todo lo que quieras

pero este sentimiento nunca cambiará.

Siente el rechazo y disfruta todo lo que puedas

porque un día mi ángel bendito entre piedras te sepultará.