viernes, 4 de marzo de 2011

Gramardhi (Prólogo - Parte 2)

De las flores de papel sólo quedaba una pegajosa masa deforme adherida al suelo. La fuerte tormenta había cesado y unas gotas de agua caían desordenadamente del pelo de un chico postrado en el suelo que observaba con ojos inquisidores a las tres figuras que le rodeaban. 

Sentía como si se hubiera despertado de un largo sueño y no recordaba casi nada de lo que había hecho antes de ello. Imágenes distorsionadas acudían a su mente poco a poco y las emociones se agolpaban en su interior: dolor, rabia, rencor, tristeza, infelicidad... Aunque lo intentaba, era incapaz de rememorar algo agradable que le hiciera sentirse bien. Un manto de odio recubría su corazón y sentimientos negativos se iban acumulando dentro de él llenando su ser de malas vibraciones.

El chico notó que necesitaba estirar sus músculos y a duras penas consiguió levantarse. No era capaz de articular palabra, ya que sentía como si le hubieran dormido la lengua con anestesia. Finalmente, uno de los individuos que estaban presentes decidió hablar:

Me imagino que te preguntarás dónde estás, quién eres o qué haces aquí, ¿verdad?

... 

¿Que quiénes somos? Aquellos que pueden ayudarte a encontrar el camino. 

... 

¿Que de qué camino hablo? El que debes seguir para cumplir tus objetivos. 

... 

No tengo por qué explicarte quién soy o de qué te conozco. Basta con que sepas que lo sé todo sobre ti y que puedo darte respuestas. 

... 

No es que tenga poderes sobrenaturales para poder leerte la mente. Todo se resume en una frase: yo soy una parte de ti y tú eres una parte de mí. 

... 

No estoy loco. Pronto lo entenderás.

Si estamos aquí para ayudarle a encontrar el camino y darle respuestas como tú dices, ¿por qué continúas hablándole en clave para hacerte el interesante? -intervino de manera mordaz uno de los tres misteriosos personajes, una mujer vestida con un manto negro y un velo cubriendo su rostro. 

¿Pretendes que le cuente todo lo que debe saber de golpe? respondió el interpelado, un hombre de rasgos atractivos con una cicatriz que le cruzaba medio rostro. Míralo, acaba de despertarse y aún no puede hablar. Un exceso de información sólo haría que aumentase su confusión. 

Su aura es muy inquietante dijo el otro individuo, una mujer de larga cabellera pelirroja, piel pálida, ojos rojo sangre, y vestida con una túnica negra estampada con dibujos de calaveras. Hemos hecho bien en despertarlo. Su cometido será muy trascendental. 

El chico no entendía nada de lo que decían estas tres personas de aspecto siniestro. Unos extraños mareos habían comenzado a afectarle, y su confusión resultaba cada vez mayor. Decidió que lo mejor era permanecer ahí hasta verse con fuerzas suficientes para salir de... ¿Un campo lleno de papel arrugado y mojado por agua de lluvia? ¿Qué clase de lugar era ese? ¿En qué parte del mundo podía existir semejante visión? Mientras reflexionaba, el hombre de la cicatriz en el rostro volvió a dirigirse a él: 


Estoy completamente seguro de que ni siquiera recuerdas tu antiguo nombre. No importa, te bautizaremos con otro nombre para que vayas adquiriendo una identidad. A partir de ahora, tu nombre será Nathaniel el hombre sonrió picaronamente y prosiguió. Nathaniel, te presento a mis compañeras: la del manto negro es la Soledad, la pelirroja la Destrucción, y yo soy el Dolor. Somos los responsables de tu vuelta a la vida y las encarnaciones del poder que te sustenta por dentro.
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